Miel de Mango

17 abril, 2020

“EL ORO DULCE DE PRIMAVERA”
CHANCLA DE PERRO // TUZANTÁN, CHIS.

Justo antes de finalizar el invierno empieza la temporada de mango en Chiapas. La floración que anticipa la primavera pinta los caminos y las abejas vuelan libres recolectando néctar que llevan a la colmena.

Chiapas me recibió de manera espectacular una vez más. Había llegado a Tuzantán a documentar una región en la selva donde se siembra vainilla. El día anterior, Doña Ángela mató un pollo para comerlo rostizado. Durante la charla de sobre mesa, me enteré que su esposo era apicultor, y ni tarde ni perezoso empecé a preguntar. Francisco es chaparro, moreno, recio y encantadoramente risueño. Su esposa y su hija atienden el comedor familiar que sirve a propios y extraños. El se dedica al campo y la apicultura. Le gustan los corridos pesados y una que otra cumbia. Me dijo que si quería ir a buscar miel de mango al siguiente día, y dije inmediatamente si.  

Cuando llegué, Francisco ya tenía lista la camioneta. Me preguntó sino era alérgico al piquete de abeja, a lo que contesté: No lo sé, pero estoy seguro que lo averiguaremos hoy mismo.  Arrancamos y salimos rumbo a 1er Cantón la Panga, Municipio de Tuzantán. El camino fue breve, apenas un par de corridos de “Grupo Exterminador” y “El papá de los pollitos de los Tucanes“.

Llegamos y la jornada empezó. Trajes, ahumador y cámara. Listo. 40 cajas con 10 bastidores de recolección de miel cada uno. Aproximadamente 200 mil abejas nos esperaban conviviendo y produciendo miel.

Uno tras otro, íbamos abriendo cajones y recolectando la cotizada miel de mango. El denso líquido de color ámbar intenso, brillaba resplandeciente a la luz del sol.  

El zumbar de las abejas era al principio escalofriante, pero con el pasar de los minutos me fui acostumbrando a sentir su bravío azotarse contra mi máscara y el resto de mi overol. Creo que nunca había estado tan cerca de tantas abejas. Es increíble la energía que generan de manera grupal.

Francisco me contó que empezó hacía 3 años, no venía de familia de apicultores ni vio una oportunidad de negocio con la cosecha de miel. Simplemente, un día vio en la televisión que las abejas se estaban extinguiendo y recordó que en la escuela le habían dicho que eran esenciales para el medio ambiente, que sin ellas no hay polinización, y como a él le gustaban las abejas, decidió cuidarlas.


La experiencia fue más que gratificante, justo antes de cosechar los últimos cajones, me detuve a observar con detalle a estos maravillosos insectos. Curiosos, valientes y extremadamente sociables. Parecía que cada uno tuviera una personalidad diferente y un modo distinto de ver a su colmena o quizá al mundo, pero todos, transmitían una energía increíble de paz y hermandad. 


Al regresar, Doña Ángela nos esperaba a comer con un mole de res, arroz y tortillas. Pedimos unas cervezas y platicamos un par de horas sobre que tal me había parecido todo. Increíble. Descubrí que no soy alérgico al piquete de abejas pero que no debo de retar a estos pequeños amiguitos.

Por cierto. La miel resultó ser gloriosa. Me traje un litro a Veracruz, me queda poca pero aún no me la quiero acabar. Tiene un aroma floral suave y sabor intenso a fruta fresca que se te derrite la boca. Ojalá y todos algún día tengan la oportunidad de probarla, y ojalá que todos algún día, cuidemos tanto a las abejas como lo hace Francisco.

Fotografía y Texto por Eddie Zaletas